miércoles, 11 de febrero de 2009

Eutanasia

Es curioso como el caso de Eluana Englaro, la joven que permaneció 17 años en coma y que todos conocemos, hace aflorar de nuevo el debate acerca de la eutanasia, que de cuando en cuando emerge, siempre parejo a algún caso en concreto y concita debates encendidos entre los que están a favor, o los que están en contra.

Pero en este debate se pierde la perspectiva. Los pronunciamientos éticos, el “derecho natural” los intereses, la cerrazón “espiritual” hacen que se pierda y se desvirtúe el debate. Para mi el enfoque tiene que ser por y para aquella persona que se encuentra en la cama en coma, o sin poderse mover en absoluto como Ramón Sampedro, que llevaba veintiocho años postrado en una cama, sin poderse mover en absoluto y cuya última voluntad era morir dignamente. Eso es lo realmente importante, el derecho a morir dignamente, a dejar de sufrir sin necesidad.

Aquellos que se oponen quizá hayan tenido la inmensa suerte de no ver a un familiar, a un ser querido en esa situación. No se dan cuenta de que esta situación afecta tanto al enfermo como a todo su entorno más cercano. Personalmente no veo ningún sentido en tener a un ser humano vegetando durante años sin ningún tipo de esperanza para que pueda volver a vivir por sus propios medios.

Por particularizar, nunca he entendido que el estado me niegue el derecho a morir dignamente cuando está claro que nunca podré volver a la vida, la vida en su sentido más amplio –evidentemente- si por vida se entiende malvivir simplemente como un ser vegetativo conectado a múltiples maquinas… Pero es que además –en un ejercicio de hipocresía inconmensurable- ese mismo estado que me niega el derecho a la eutanasia, si tiene la potestad de disponer de mi vida en caso de conflicto armado, en caso de guerra. Como ciudadano tengo la obligación de entrar en un conflicto bélico, siempre desencadenado por quién jamás irá al frente y en nombre de no se que ideales, que como se ha demostrado a lo largo de la historia, muchas veces tienen motivos bastante más inconfesables que los dichos en encendidos discursos.

Pero es que -como una vuelta de tuerca más- esas instituciones que proclaman lo sagrado del derecho a la vida, también se ponen de parte de quienes mandan a sus conciudadanos a las trincheras. Ya se sabe que todos los ejércitos cuentan con dios –me niego a ponerlo en mayúscula- de su lado.

Seamos serios. En aquellos casos en los que una persona no pueda volver de un coma, en los que este sufriendo sin poder recuperar su vida… dejemos que los médicos, por motivos estrictamente profesionales, junto con los pacientes –o sus familias en caso que ellos mismos no puedan -elijan, sin poner a Dios por medio, o razonamientos éticos que al final no son otra cosa más que un arma de doble filo que solo hiere a quién está sufriendo esa situación y a las personas que se encuentran a su lado, de forma que toda persona que por su enfermedad, padezca un gran sufrimiento, y no tenga cura, tenga la libertad de decidir si quiere morir o quiere vivir.

No hay comentarios: