viernes, 23 de enero de 2009

Cuando te afilias...

Cuando un ciudadano toma –después de haberlo meditado profundamente- la decisión de militar en un partido político, espera que ese partido no le defraude, no traicione las ilusiones depositadas en este acto de compromiso.

¿Porqué se mete en estas lides un ciudadano?. Fundamentalmente entiendo porqué cree –creo- que su militancia es necesaria, que hay cosas que no funcionan, que hay cosas que se pueden mejorar y que con su trabajo –y no solo con su voto- puede ayudar a resolver los problemas de sus conciudadanos, y a la construcción de un País mejor.

Afiliarse es –o debe ser- algo más que pagar la cuota. Afiliación debe ser involucrarse en defender unas ideas que se asemejan a las suyas, echando una mano en lo que se pueda aportar, desde su tiempo y sus conocimientos. Al final, como cualquier otra actividad humana en esta vida, la política reporta sinsabores, alegrías, trabajo, horas bajas… y horas altas. Lógicamente, estoy hablando de ciudadanos normales, no de algunos sujetos –que de todo hay en la viña del Señor- que buscan otra serie de “gratificaciones” en forma de recalificaciones, sobornos, porcentajes, etc. Pero creo –honradamente- que son los menos, aunque quizá sean de los que más se ocupan los medios de comunicación.

En cualquier caso y como nexo de unión ideológico, de un grupo de personas de ideas políticas afines que están dispuestas a trabajar por el cambio, están esas siglas a las que el ciudadano se ha afiliado.

Por eso no dejo de pensar en los afiliados del PP. Sinceramente creo que los afiliados de calle de este partido lo hicieron en su día con la convicción de que existía una comunión entre sus ideas y aspiraciones y el ideario del partido, un deseo de que sus reflexiones políticas y anhelos se vieran reflejados a través de sus votos y su trabajo. ¿Y qué obtienen? Un partido en el que la cúpula –la eterna dicotomía entre la base y la cima- se preocupa más de espiarse, hacerse zancadillas, pegarse “puñaladas”… -en definitiva, todo aquello que conlleva la falta de liderazgo- que en lo que la política implica como servicio al ciudadano.

Si yo fuera militante del PP quizá les dijera a los miembros de la dirección: “Por favor, déjense de sus guerras internas por la conquista del poder y pónganse a trabajar en serio por lo que realmente interesa, este País y sus ciudadanos…” o no, mejor aún, quizá directamente, me diese de baja y me afiliase a un partido en el que al menos la dirección y las metas si están claras, como está claro el largo camino que queda por delante para alcanzarlas.

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